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La
herida Panamá: 110 años
Por: Kristian Cubillos
kristiancumo94@gmail.com
Para
nadie es un secreto que la historia colombiana del Siglo XX comienza,
específicamente, el 3 de noviembre de 1903, es decir, hace 110 años.
Tal fecha tiene también su nombre propio: Día
de la Separación de Panamá de la República de Colombia. El
presente artículo tratará ciertas generalidades de aquel fatídico
suceso, no se pretende ser un artículo académicamente histórico,
sino un artículo de información y de memoria.
Desde
la llegada de Colón a América, pasando por repartición del mundo
por las Bulas Papales de Alejandro VI, en 1493, hasta nuestros días,
el Istmo de Panamá se ha convertido en el gran interés de las
potencias de cada época, no solo por la gran cantidad de beneficios
económicos y la diversidad en sus ecosistemas, sino por ser una
pequeña faja de la Tierra, cuestión que se resume en el sueño de
realizar un puente colosal para unir el Océano Atlántico con el
Océano Pacífico.
Por
un lado, sirvió como excusa para la Corona Inglesa para penetrar los
terrenos de Centroamérica en manos del conocido pirata Morgan. Por
otro lado, años más tarde, en 1797, Francisco de Miranda propone
realizar una ruta interoceánica, y en 1826 la idea es retomada por
Simón Bolívar durante el Congreso Anfictiónico de Panamá. Ya en
1847, Tomás Cipriano de Mosquera comienza a hacer realidad el sueño
de la ruta interoceánica con la construcción de un ferrocarril,
pero por cuestiones económicas se decide abrir la financiación a
contratistas franceses.
De
1847 hasta 1900, como un sino trágico que sucumbe a Colombia, la
historia de la vía interoceánica de Panamá se convierte en una
historia de estafa y de pérdida de soberanía por parte de los
contratistas extranjeros. Por un lado, contratistas estadounidenses,
que querían arrollar con la soberanía nacional colombiana sobre el
Istmo; y, por otro lado, la representación francesa de Fernando de
Lesseps, marcada por la estafa.
Luego
de 1900, Estados Unidos se propone ampliar su dominio por la región
Caribe, tiene el dominio de Cuba, luego de expulsar a los españoles.
Sin embargo, se ve impedido por dominar Panamá por la intervención
inglesa, a lo que deciden negociar con Inglaterra y firmar el 18 de
Noviembre de 1900, el tratado Hay-Pauncefote, donde Estados Unidos
tiene la total libertad sobre el ferrocarril, y la intervención en
general para la construcción del canal. Intervención que se tendría
que dar a como dé el lugar, siendo esa la consigna de los
norteamericanos.
Por
otra parte, el gobierno colombiano muestra todo su interés por la
ayuda gringa en Colombia, y por supuesto, que fueran aquellos los que
construyeron aquel canal, dispuestos a negociar, el gobierno
colombiano envía a José Vicente Concha, Carlos Martínez Silva y a
Tomás Herrán a conversar con el vigoroso
gobierno de Teddy Roosevelt, en voz de sus representantes Cromwell y
Hay. Luego de conversaciones y amenazas por parte del Gobierno
Gringo, se firma el tratado Herrán – Hay, donde se le da total
libertad a los estadounidenses de sacar usufructo de la construcción
del canal, la cesión de los derechos sobre el ferrocarril,
quitándoselos a los franceses, pérdida parcial de la soberanía, y
uso de la fuerza en caso de violación de los derechos particulares,
para finalmente hacer una indemnización de a
$250.000 a los 9 años.
Sin
embargo, la población colombiana indispuesta a aceptar la pérdida
de un departamento, decide mostrar negativa a aquel tratado,
objetándolo el El 5
de agosto de 1903 a
las 10 de la mañana.
El
gobierno de Roosevelt, inquieto y ambicioso por el dominio de aquel
puente interoceánico, además de repudiar la objeción del tratado,
se pone como objetivo dominar Panamá, así sea acudiendo a la
fuerza. Pero, Roosevelt aprovecha el surgimiento de movimientos
separatistas y atrapa poco a poco a su líder Amador Guerrero, líder
separatista, invitándolo a la Casa Blanca, argumentando reconocer
inmediatamente la soberanía y la existencia de Panamá como pueblo
independiente a Colombia, apoyar incondicionalmente tanto
estratégicamente como militarmente la movilización separatista.
El
27 de octubre de 1903, Amador Guerrero regresa a Panamá, y reciben
la presencia del crucero americano Nashville
en apoyo a su campaña. Mientras tanto, Colombia moviliza 400
hombres, comandados por Juan B. Tovar y Ramón G. Amaya quienes al
llegar a Panamá se les niega la entrada y la movilización por medio
del ferrocarril, argumentando falazmente que necesitaban de un
permiso del gobierno. Horas después, les permiten ingresar y de
manera traidora, al entrar, son arrestados. Y cual Judas el general
de los insurrectos recibe US$25.000 por parte del gobierno americano.
Tal
arresto, causa indignación en la población colombiana, cosa que
hace estallar mítines y batallas campales en las ciudades panameñas.
Por un lado, Estados Unidos envía cuatro acorazados a Colón, y
otros más a la bahía panameña. Por otra parte, Benjamín Herrera
quien precisamente se encontraba en Colón, no permite a su ejército
liberal enfrentar a la movida separatista por temor a las tropas
gringas.
Ya
el 3 de Noviembre de 1903, los movimientos separatistas izan la nueva
bandera de un nuevo país, una bandera que parece tejida por Eleanor
Roosevelt, y, como fue prometido, 48 horas después Estados Unidos
reconoce a Panamá como un nuevo país soberano.
Posteriormente,
el gobierno colombiano, envía una misión liderada por Rafael Reyes
con el objetivo de recuperar tal soberanía, pero en archivos
confidenciales, no se ve más que a un gobierno que le interesa más
que el poder pecuniario y seguir las instrucciones del gobierno
norteamericano.
Ya
quedará para un artículo posterior el tratado Urrutia – Thompson,
pero por ahora solo queda concluir con el recuerdo de una herida que
significó el ingreso de la potencia norteamericana a las decisiones
del país, la pérdida paulatina de la soberanía de nuestro país, y
los gobiernos arrodillados que venden su patria por defender unos
intereses propios. Sin embargo, estos gobiernos cipayas dan rumbo a
una creciente movilización juvenil y de la población en general ha
redefinido el rumbo del país, defendiéndolo, cuidándolo y
respetándolo, una lucha por la soberanía.
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