El viaje a ninguna parte de nuevo
nos revelo que el arte que expresa el cine es parte de nuestras vidas y ese mundo maravilloso que se nos revela es
el constante que existe cuando vamos a una sala de cine o cuando desde nuestras casas logramos admirar sus imágenes , sus sonidos y las increíbles historias que
nos revela la pantalla, en esta ocasión el contexto fue España, el contexto fue
la guerra civil y la rebeldía de un
grupo de actores de teatro que no quieren dejar morir ni que sea desplazado su amor ante la llegada
del cine.
La crítica es contundente “el
cine es una mierda” e ignorar sus raices resulta en locura. Pensé, ¿será cierto? Me puse en el papel de los actores de teatro
que toda una vida se han entregado a las tablas pero que de un momento a otro les
toco entregar el amor de su vida por la tecnificación de la imagen. Sentir el corazón de la película fue
reflexionar que antes del séptimo arte existió el teatro, pero también es
darnos cuenta que el teatro sigue existiendo
y sigue siendo poderoso. No se ha
derrumbado.
Esta fue la reflexión que se originó
con esta fantástica obra del director, actor
y maestro Fernán Gonzales, un hombre entregado al cine, pero lo que más se debe destacar es la sonrisa de
los niños que nos acompañaron en la proyección de la película. De nuevo la publicidad antes de proyectarla consiguió
invitar y atraerlos para ver y sentir imágenes que solo el séptimo arte puede
ofrecer.
La vida es hecha cine nuevamente.
Por: Felix Armando Melo
fameloto@gmail.com
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